¿Qué son los imaginarios urbanos?
“Los imaginarios no
son sólo representaciones en abstracto y de naturaleza mental, sino que se
“encarnan” o se “in-corporan” en objetos ciudadanos que encontramos a la luz
pública y de los cuales podemos deducir sentimientos sociales como el miedo, el
amor, la ilusión o la rabia. Dichos sentimientos son archivables a manera de
escritos, imágenes, sonidos, producciones de arte o textos de cualquier otra
materia donde lo imaginario impone su valor dominante sobre el objeto mismo. De
ahí que todo objeto urbano no sólo tenga su función de utilidad, sino que pueda
recibir una valoración imaginaria que lo dota de otra sustancia
representacional.”
Los
imaginarios determinan
maneras de ser y comportarse, así como
las formas de uso de los objetos que representan. En esta medida, los
imaginarios no existen en un espacio geográfico, sino simbólico, que permite
rastrear y examinar posiciones y relaciones inter-subjetivas y eco-lógicas. A
su vez, los objetos que incorporan imaginarios van construyendo archivos que,
más allá de almacenar cosas tangibles, van almacenando experiencias estéticas y
valoraciones simbólicas. Dichos archivos sirven para jerarquizar y valorar
culturalmente los objetos y sus imaginarios. En este sentido, mientras que lo
imaginario hace alusión a la percepción grupal a través de los deseos, el
archivo implica su documentación, almacenamiento y reconocimiento. Los
imaginarios apuntan a una categoría cognitiva que revela cómo los seres
sociales, no por medio de la razón, sino más bien a través de la sensación
perciben sus propios mundos y realidades.
Lo
imaginario se hace real
en tanto genera un efecto social en lo público; en consecuencia, no es una ilusión diferente de la realidad. El mundo
vivido a través de los imaginarios es real en la medida en que se determina por
sus formas de percepción y uso de los objetos; “lo imaginario no es ni mentira
ni secreto, pues al contrario, se vive como verdad profunda de los seres
humanos así no corresponda a hechos comprobables empíricamente”. La percepción
imaginaria corresponde a un nivel profundo de elaboración social, que aunque no
tiene que coincidir con el dato empírico, si corresponde a una verdad
construida socialmente a través de múltiples fantasías que se incorporan a
personas “reales” y sus correspondientes modos de actuar. “Esto significa que
el ver está reglamentado socialmente, que no vemos con los ojos propiamente,
que los imaginarios nutren las visiones. (…) [Así] un estudio de los
imaginarios debe recorrer tres registros como objeto a revelar: el imaginario
como construcción o marca psíquica; el imaginario como construcción social de
la realidad y el imaginario en cuanto al modo que permite la expresión material
por alguna técnica” .
A estas
características estructurales de los imaginarios - es decir, las inscripciones
en lo psíquico, lo social y lo técnico - hay que agregar la condición social de
. Hay producción de imaginarios allí donde la función estética se hace
dominante dentro de los procesos de interacción social, que como hecho
afectivo, se desarrolla de forma colectiva dentro de una red de afectos. Al
igual que en el arte, la experiencia estética de las interacciones sociales se
trata de un juicio emotivo, sólo que en este contexto sucede en medio de la
convivencia colectiva. Dichas experiencias son fuerzas de una colectividad, en
gran medida, libres de percepciones lógicas comprobables, que toman forma en la
medida en que su referencia al objeto genera una sensación creciente de
asombro.
Así, la tesis
freudiana acerca del abre una analogía de los imaginarios como memoria
compartida, en la que una representación o un trauma mental que se creía
sepultado en el pasado se desplaza y vuelve a in-corporar en un objeto nuevo -
ya sea físico o imaginado -. En consecuencia, el asombro social de los
imaginarios se produce mediante las estrategias de desplazamiento y de residuo
que conllevan dos operaciones: una cognitiva y otra disciplinaria. El
desplazamiento como hecho de cognición implica que la valoración simbólica – u
operación estética - que estaba en un objeto se desplace a otro que la
incorpora, presentando nuevas propiedades que asombran. Dicho desplazamiento
sólo puede captarse de manera derivada y por medio de metáforas).
La
idea central de los imaginarios radica principalmente en la fabricación de una imagen visible,
y la abstracción de un símbolo
(significado-significante) de los actores sociales urbanos que se encuentran en
un espacio determinado.
Néstor García
Canclini dice que “muchos presupuestos que guían la acción y las omisiones de
los ciudadanos derivan de cómo percibimos los usos del espacio urbano, los
problemas de consumo, transito y comunicación, y también de cómo imaginamos las
explicaciones a éstas cuestiones” .
Para la construcción
conceptual de lo imaginario, se contempla todo aquello que se estructura a
partir de lo real y de las prácticas sociales . Lo imaginario requiere de una
imagen mental ya que es su materia prima. Esta materia prima, siendo un
producto imaginal, se hace social cuando es comunicada.
Una imagen es ante
todo, una forma material, y ésta puede ser la representación, directa o
indirecta, inmediata o transpuesta, de un referente material, moral o
intelectual, las imágenes mentales, ligadas a las percepciones o a los efectos
de la imaginación, están asociadas a las palabras y a los conceptos.
Es importante
mencionar que lo imaginario no tiene nada que ver con la memoria, pero que a
partir de su estudio o análisis se pueden establecer representaciones sociales
que tienen por función atribuir un sentido a la realidad, definir y orientar
los comportamientos o prácticas urbanas. Estas representaciones sociales,
portan la marca del sujeto y de su actividad. Con el imaginario, no se pretende
reflejar un objeto, sino que se proyecta un deseo, un símbolo.
Tal como menciona
Marc Augé: “…el mundo se divide cada vez más entre los que miran y son mirados,
pero no necesariamente vistos.”
Lo imaginario es la
construcción de la representación social y cultural tanto individual como
colectiva de una práctica socio-cultural en un determinado espacio, en dónde lo
simbólico se relaciona con la producción social de un tipo de cultura y que a
partir de la interacción, los significados y símbolos pernean una
territorialidad dada.
Las representaciones
sociales son construcciones socio-cognitivas propias del pensamiento ingenuo o
del sentido común, que pueden definirse como “conjunto de informaciones,
creencias, opiniones y actitudes a propósito de un objeto determinado” .
Las imágenes
mentales que producimos a partir de algo que se suscita en el entorno urbano,
se hace social, a partir de que se comunica. Es así, que el imaginario social
es una producción de discursos y prácticas fluctuantes de diversa naturaleza.
Por ende un imaginario urbano es una
representación psico-socio-cultural y simbólica, que puede ser de manera
individual o colectiva, y que se origina principalmente en el uso y apropiación
cotidiana de cualquier tipo de espacio. Y es a partir de estos, donde se crean
puntos de referencia, sitios donde las relaciones y las prácticas
socio-culturales se intensifican y donde surge una identidad individual o
colectiva, local o regional, es decir un punto donde se establecen raíces y se
crean redes sociales.
Construir el objeto de lo imaginado, como proponía Bourdieu, significa romper lo
establecido en múltiples direcciones; ir más allá del sentido común, pensar
relacionalmente, atender la historia de las configuraciones de problemas que
nos atañen. Así un primer conjunto de datos o análisis serían los derivados de
“pensar desde otra parte”, desde el ámbito de las significaciones que guían
acciones y valoraciones a partir de relaciones que usualmente no son causales.
Hacer emerger el
imaginario social y urbano de la ciudad tiene que ver con la manera en que ésta
es recreada y actuada por los actores sociales.