martes, 28 de mayo de 2013

IMAGINARIOS URBANOS

¿Qué son los imaginarios urbanos?

“Los imaginarios no son sólo representaciones en abstracto y de naturaleza mental, sino que se “encarnan” o se “in-corporan” en objetos ciudadanos que encontramos a la luz pública y de los cuales podemos deducir sentimientos sociales como el miedo, el amor, la ilusión o la rabia. Dichos sentimientos son archivables a manera de escritos, imágenes, sonidos, producciones de arte o textos de cualquier otra materia donde lo imaginario impone su valor dominante sobre el objeto mismo. De ahí que todo objeto urbano no sólo tenga su función de utilidad, sino que pueda recibir una valoración imaginaria que lo dota de otra sustancia representacional.”


Los imaginarios determinan maneras de ser y comportarse, así como las formas de uso de los objetos que representan. En esta medida, los imaginarios no existen en un espacio geográfico, sino simbólico, que permite rastrear y examinar posiciones y relaciones inter-subjetivas y eco-lógicas. A su vez, los objetos que incorporan imaginarios van construyendo archivos que, más allá de almacenar cosas tangibles, van almacenando experiencias estéticas y valoraciones simbólicas. Dichos archivos sirven para jerarquizar y valorar culturalmente los objetos y sus imaginarios. En este sentido, mientras que lo imaginario hace alusión a la percepción grupal a través de los deseos, el archivo implica su documentación, almacenamiento y reconocimiento. Los imaginarios apuntan a una categoría cognitiva que revela cómo los seres sociales, no por medio de la razón, sino más bien a través de la sensación perciben sus propios mundos y realidades.

Lo imaginario se hace real en tanto genera un efecto social en lo público; en consecuencia, no es una ilusión diferente de la realidad. El mundo vivido a través de los imaginarios es real en la medida en que se determina por sus formas de percepción y uso de los objetos; “lo imaginario no es ni mentira ni secreto, pues al contrario, se vive como verdad profunda de los seres humanos así no corresponda a hechos comprobables empíricamente”. La percepción imaginaria corresponde a un nivel profundo de elaboración social, que aunque no tiene que coincidir con el dato empírico, si corresponde a una verdad construida socialmente a través de múltiples fantasías que se incorporan a personas “reales” y sus correspondientes modos de actuar. “Esto significa que el ver está reglamentado socialmente, que no vemos con los ojos propiamente, que los imaginarios nutren las visiones. (…) [Así] un estudio de los imaginarios debe recorrer tres registros como objeto a revelar: el imaginario como construcción o marca psíquica; el imaginario como construcción social de la realidad y el imaginario en cuanto al modo que permite la expresión material por alguna técnica” .

A estas características estructurales de los imaginarios - es decir, las inscripciones en lo psíquico, lo social y lo técnico - hay que agregar la condición social de . Hay producción de imaginarios allí donde la función estética se hace dominante dentro de los procesos de interacción social, que como hecho afectivo, se desarrolla de forma colectiva dentro de una red de afectos. Al igual que en el arte, la experiencia estética de las interacciones sociales se trata de un juicio emotivo, sólo que en este contexto sucede en medio de la convivencia colectiva. Dichas experiencias son fuerzas de una colectividad, en gran medida, libres de percepciones lógicas comprobables, que toman forma en la medida en que su referencia al objeto genera una sensación creciente de asombro.

Así, la tesis freudiana acerca del abre una analogía de los imaginarios como memoria compartida, en la que una representación o un trauma mental que se creía sepultado en el pasado se desplaza y vuelve a in-corporar en un objeto nuevo - ya sea físico o imaginado -. En consecuencia, el asombro social de los imaginarios se produce mediante las estrategias de desplazamiento y de residuo que conllevan dos operaciones: una cognitiva y otra disciplinaria. El desplazamiento como hecho de cognición implica que la valoración simbólica – u operación estética - que estaba en un objeto se desplace a otro que la incorpora, presentando nuevas propiedades que asombran. Dicho desplazamiento sólo puede captarse de manera derivada y por medio de metáforas).


La idea central de los imaginarios radica principalmente en la fabricación de una imagen visible, y la abstracción de un símbolo (significado-significante) de los actores sociales urbanos que se encuentran en un espacio determinado.

Néstor García Canclini dice que “muchos presupuestos que guían la acción y las omisiones de los ciudadanos derivan de cómo percibimos los usos del espacio urbano, los problemas de consumo, transito y comunicación, y también de cómo imaginamos las explicaciones a éstas cuestiones” .

Para la construcción conceptual de lo imaginario, se contempla todo aquello que se estructura a partir de lo real y de las prácticas sociales . Lo imaginario requiere de una imagen mental ya que es su materia prima. Esta materia prima, siendo un producto imaginal, se hace social cuando es comunicada.

Una imagen es ante todo, una forma material, y ésta puede ser la representación, directa o indirecta, inmediata o transpuesta, de un referente material, moral o intelectual, las imágenes mentales, ligadas a las percepciones o a los efectos de la imaginación, están asociadas a las palabras y a los conceptos.

Es importante mencionar que lo imaginario no tiene nada que ver con la memoria, pero que a partir de su estudio o análisis se pueden establecer representaciones sociales que tienen por función atribuir un sentido a la realidad, definir y orientar los comportamientos o prácticas urbanas. Estas representaciones sociales, portan la marca del sujeto y de su actividad. Con el imaginario, no se pretende reflejar un objeto, sino que se proyecta un deseo, un símbolo.

Tal como menciona Marc Augé: “…el mundo se divide cada vez más entre los que miran y son mirados, pero no necesariamente vistos.”

Lo imaginario es la construcción de la representación social y cultural tanto individual como colectiva de una práctica socio-cultural en un determinado espacio, en dónde lo simbólico se relaciona con la producción social de un tipo de cultura y que a partir de la interacción, los significados y símbolos pernean una territorialidad dada.

Las representaciones sociales son construcciones socio-cognitivas propias del pensamiento ingenuo o del sentido común, que pueden definirse como “conjunto de informaciones, creencias, opiniones y actitudes a propósito de un objeto determinado” .

Las imágenes mentales que producimos a partir de algo que se suscita en el entorno urbano, se hace social, a partir de que se comunica. Es así, que el imaginario social es una producción de discursos y prácticas fluctuantes de diversa naturaleza. Por ende un  imaginario urbano es una representación psico-socio-cultural y simbólica, que puede ser de manera individual o colectiva, y que se origina principalmente en el uso y apropiación cotidiana de cualquier tipo de espacio. Y es a partir de estos, donde se crean puntos de referencia, sitios donde las relaciones y las prácticas socio-culturales se intensifican y donde surge una identidad individual o colectiva, local o regional, es decir un punto donde se establecen raíces y se crean redes sociales.

 

Construir el objeto de lo imaginado, como proponía Bourdieu, significa romper lo establecido en múltiples direcciones; ir más allá del sentido común, pensar relacionalmente, atender la historia de las configuraciones de problemas que nos atañen. Así un primer conjunto de datos o análisis serían los derivados de “pensar desde otra parte”, desde el ámbito de las significaciones que guían acciones y valoraciones a partir de relaciones que usualmente no son causales.

Hacer emerger el imaginario social y urbano de la ciudad tiene que ver con la manera en que ésta es recreada y actuada por los actores sociales.




1 comentario: